domingo, 9 de octubre de 2011
Lugares imposibles
Los destellos blancos empiezan a apagarse lentamente, mientras recupero el pulso, empiezo a reconocer su forma. Algo que sostenía en la mano derecha golpea contra el suelo y rueda hasta mi pie, que por el otro flanco comienza a estar rodeado de sangre. No puedo apartar la vista de sus ojos, que al fin parecen haber encontrado el infinito. Esos dos profundos ojos negros que supuran honestidad, siempre brillantes, lastrados por un corazón desdichado, energicos aventureros que aprendieron a abrirse paso en las ciénagas de desamparo. Enciendo un cigarro para deleitarme con el espectáculo al que me he sabido abocado durante tanto tiempo. Recuerdos imaginados se proyectan sobre las dos pequeñas pantallas negras que ya no parpadean. Me reclino para apagar el cigarro en el manto rojo que sigue expandiéndose y dejo la colilla entre las paginas de su bloc de notas, emparedado entre los dos poemas que mas me gustaban. Un gemido agudo, como el comienzo de un llanto que no llega a desencadenarse, inunda la estancia durante unos minutos. Un escalofrío recorre mi espalda al sentir que soy yo quien emite el sonido. Esta vez no hay billete de vuelta. Adecento su rostro y me vuelvo a fascinar, atravesado por su mirada. Me recuesto a su lado, sin separar la mirada de esos pozos de vida muerta. Ya no haré nada más, sólo mirarlos, ellos me llevaran a donde siempre debimos estar.
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