martes, 12 de octubre de 2010

Cuestiones físico/prácticas de cinemática elemental

Clack! El mecanismo de ruedas dentadas accionado por baterías de cuatro voltios y medio marca Seiko realizó su rutinario giro de engranajes para señalar que eran las doce y media del mediodía. El ruido seco de las manecillas del reloj provocó un pequeño sobresalto en Ricardo, esa pequeña bola de pelo que antaño fue un gato, y que ahora era lo más parecido a un amigo que tenía la señora Herrero.

El pequeño movimiento del felino, que hasta entonces se hallaba plácidamente acurrucado en una contorsión imposible en el mullido cojín de grasa y carne, hizo que uno de los ojos de la señora quedara parcialmente abierto, en un rápido y ligero movimiento que accionó todo un entramado de arrugas y piel marchita que rodeaban unos ojos que años atrás habían irradiado un auténtico fulgor de viveza y alegría.

El retrato de su marido, luciendo aquél elegante esmoquin negro que la enamoró años atrás, fue la primera imagen que se clavó en las somnolientas retinas de la señora Herrero, tras su improvisada siesta. Clack! De nuevo el reloj volvió a accionarse para recordar a su dueña que eran las doce y media del mediodía. Se arregló su bata floreada, que desde hace tiempo constituía su única vestimenta diaria y tensó sus brazos para alzarse de modo torpe en una corta y agónica lucha contra la gravedad, mientras sus venas se hinchaban recorriendo sus secos brazos, como pequeñas serpientes enroscándose en sus debilitados huesos. De la cómoda cogió aquél pequeño tesoro que unas semanas atrás había recuperado de algún sitio, una pequeña caja de música cuya melodía recordaba a un vals que quizá hace tiempo bailó en brazos de su amado.

“¿Dónde estará el pequeño Pelusete?” Era una pregunta recurrente durante los últimos días, aunque el travieso felino hacía tiempo que tenía como única diversión esconderse en los rincones de su casa para preocupar a la dueña. Clack! De nuevo el reloj marcaba las doce y media del mediodía y ni rastro de “Pelusete” ni de “Ricardo”. La señora volvió a tomar en sus enjutas manos la cajita de música para disfrutar de nuevo de esa canción tan familiar que no dejaba de recorrer su cabeza. Recostó su cansado cuerpo en el sofá y contempló de nuevo el rostro de su difunto marido. Se levantó a comer algo, pero tropezó con aquella vieja maleta y cayó al suelo, golpeándose la cabeza con la mesilla auxiliar de mármol. Clack! Poco antes de entrar en la inconsciencia, esbozó una sonrisa al encontrar al pequeño Pelusete debajo de la cómoda junto a Ricardo, mientras este último engullía los intestinos de su pútrido compañero. Ante el estruendo, el pequeño Ricardo se acercó lamiendo la sangre que empapaba la alfombra polvorienta del salón.

Clack! De nuevo el reloj marcaba las doce y media en casa de la señora Herrero.

lunes, 11 de octubre de 2010

Excreciones

Sigo sumergido en la nada.

Nadando en el aire.

Extenuado.

En el mismo lugar donde me dejaste.

Corriendo.

Un galgo tras la liebre mecánica.

La liebre,

tus ojos,

la piel de tu alma.

Me susurran silenciosamente,

todo lo que tú y yo podríamos haber sido,

si no fuéramos tú y yo.

Una ilusión en negro.

Un escenario oscuro donde actúo con soltura.

Un sanatorio donde encierran a los cuerdos.

De dónde ya puedo salir,

porque ya me he curado de ti.

Ya he enfermado para toda esta vida.

sábado, 9 de octubre de 2010

140 jamones

Resulta que un tipo ofrece recaudar 10 millones de dólares para que Weezer dejen de hacer el ridículo sacando un disco de mierda tras otro. Me parece una idea estupenda.

Y precisamente hoy me pregunto... Si uno que habría cumplido 70 años no hubiera muerto, ¿cuánto tendríamos que ofrecerle a la Plastic Ono Band?

jueves, 7 de octubre de 2010

Lo peor de todo

No quedan horas para mí ni para nadie,
 sólo quedan arcadas de angustia y bilis
y ruletas rusas de confusión
 como en los espejos que se cruzan entre tu incertidumbre
 y la asfixia que derrite cualquier atisbo de alegría
 y no me queda nada más que sacarte los ojos
y devolvértelos en forma de sudario
y destrozar tu ataúd a patadas hasta que tus huesos se hagan polvo
hasta que tu mandíbula quede partida por la osadía de verte morir entre risas
aunque lo que más querría detrás de toda palabra es poder decirte que te quiero
aunque el amor no sea más que una palabra que agoniza por las esquinas
aunque te balancees con la mirada al infinito de un lado a otro
con los ojos vacíos y apagados
en una cuerda empapada en tu propia sangre.

Pero lo peor de todo es eso...,
 que me gustaría poder decirte que te quiero
 y que además fuera verdad. 


lunes, 4 de octubre de 2010

Tiburón

Te digo esto porque me caes bien. Están haciendo recortes arriba, y los mandos intermedios se tiran de los pelos. Les piden más trabajo en menos tiempo, y se los llevan el fin de semana que viene a una sesión de coaching en la Sierra de Espadán. Sí, ya sabes, esas movidas de autoayuda para ejecutivos...

Los llevan en piragua por ahí, y les hacen gritar consignas juntos y tal, para que estén más motivados cuando vuelvan a la oficina, y se den puñaladas traperas con más entusiasmo. Ya sabes cómo les va a los jefecitos estos... No son como nosotros, que hacemos piña. Si supieran el equipo que tienen, lo bien que trabajamos juntos, nos subirían los incentivos por venta. Pero ya ves...

Total, que parece que hubo problemas con la cuenta Gomis. No, no te preocupes. Yo también pensaba que iba bien, pero se ve que han visto algo raro, y lo están mirando con lupa. A mí me preguntó Sánchez el otro día. Me llevó a su despacho, me puso un whiskey... ¡Cardhu, no te lo pierdas! Luego no hay dinero en la empresa... Total, me preguntó directamente por ti y por la cuenta Gomis. Yo le dije que respondía del trabajo al cien por cien. Como se puso muy pesado, y no se fiaba de nada, le he dicho que en realidad llevé yo los números, porque tú eres novatillo. Que asumía toda la responsabilidad de la cuenta. Y creo que se quedó más tranquilo, pero no sé.

Ya, ya sé que parece que era una cuenta grande y sin huecos, pero vete a saber, que estos tíos son unos cabrones de tres pares. No hace falta que me des las gracias, que aquí todos vamos en el mismo barco. Tú céntrate en las otras cuentas más pequeñas, que ahora no las están controlando tanto, y todo irá de puta madre.

Nada, nada, no hace falta que me pagues el café. Mira, te invito yo, que el otro día me dieron un incentivo. ¡Hale, campeón, a seguir partiendo la pana!

domingo, 3 de octubre de 2010

Sincronía en verde

El silencio lo invade todo, mientras el frío glacial recorre mi cuerpo y me encuentro cara a cara con la muerte.

“No fue buena idea emprender este viaje”, recuerdo tus últimas palabras mientras empiezo a devorar tu cadáver y la aurora boreal comienza a retorcerse ante mis ojos iluminando el cielo con su tétrica belleza.

sábado, 2 de octubre de 2010

Tarjetones

No sé qué estaba buscando, pero, durante el registro de mi apartamento, he abierto el cajón donde guardo las invitaciones de boda de mis amigos. Las he ido arrancando una a una de la montaña de cartulina color hueso que el tiempo se ha encargado de tintar de amarillo que vira a marrón. Los nombres se han transformado en rostros y los rostros en momentos. Algunos se han manifestado en su forma adolescente, vivaces, sonrientes y un poco cabroncetes, muy lejos del aspecto que las embestidas de los años han esculpido en ellos. He tenido quince años y he dejado pasar el tiempo durante unos segundos, como lo hacía en aquella época, tarareando las canciones que entonces descubría, sintiendo la emoción de tratar de entender el mundo en las largas y "trascendentales" conversaciones de las noches de verano. Si alguna vez estuve cerca de ser feliz, probablemente fuera en esa época, cuando ni siquiera me conocía a mí mismo. Quiero volver allí, quiero volver a estar con aquella gente y volver a compartir opiniones e inquietudes. Tomo el listín telefónico y rápidamente encuentro sus números. Los anoto aparte para hacer una ronda de llamadas. Al guardar de nuevo el bolígrafo en el cajón, encuentro un cigarro y me acuerdo de que eso era lo que estaba buscando cuando me topé con mi pasado. Descuelgo el teléfono con el cigarro en la comisura derecha y, antes de marcar el primer numero, comienzo a toser compulsivamente, salpicando el teclado de sangre. Miro el cigarro, que ha caído sobre la lista y parece tachar los nombres. Miro los esputos sobre el teclado y alzo la vista para verme en el espejo. Me cuesta un par de parpadeos asumirlo, pero el cigarro tiene razón. Aunque todavía pueda hablar con ellos, toda aquella gente está muerta. Cojo el cigarro y dejo la sangre secando sobre el teclado. Me vuelvo a acoplar en el sofá amoldado a mi forma y sigo viendo la teletienda.

viernes, 1 de octubre de 2010

La última palabra -fragmento VII-

VII

De vueltas sé que saldré,
de ti,
a quien nunca entré,
de quien saldré,
y de quien saldrás,
o de quien sea que salgas,
que de vueltas uno se endurece pero también cae,
de soledad se nutre uno y se muere,
de vida uno se traiciona y se enmascara,
y los segundos se paralizan a cada paso,
y las vueltas me hipnotizan y me deshacen,
pienso que no pienso y que por fin olvido,
y la paradoja me envuelve y me vomita,
y la rueda me tritura.